Haciendo amigos

¿Haciendo amigos?

No tengo la impresión de que el debate, la discrepancia, el espíritu crítico o el pensamiento libre sean valores socialmente reconocidos. Ni siquiera tolerados. Pero es lo único que tenemos para enfrentarnos al pensamiento único, a la versión oficial, a la presión social inducida por el poder, a los medios de comunicación sometidos, a la intelectualidad de pesebre, a los baboseantes afectos al régimen, al caciquismo de tractor o de mercedes ...

Este blog es un órgano de expresión personal que va más allá del subjetivismo y que tan sólo pretende aflorar una opinión, una sensación, un comentario ante retazos de la realidad que cada día pasan ante mis ojos.

¿Hacer amigos? Seguro que no es un blog que no rehúye polémica alguna el medio más adecuado para ello.

lunes, 7 de julio de 2014

CONTRA LA MORDAZA


El secundar una jornada de huelga no es gratis. Como no lo es tampoco tener una actividad sindical conocida, tatuaje perpetuo y perpetuamente visible que supone desventajas, no siempre obvias, en una sociedad basada en el vasallaje al poderoso y el temor a significarse por lo que pueda pasar.

Secundar una jornada de huelga o ser activo sindicalmente no es gratis. No basta con soportar el gansterismo empresarial  que ya no necesita pistolas para ejecutar su voluntad porque basta con una mirada reprobatoria para conseguir sus objetivos de desmovilización y extensión del terror. No basta con aguantar las molestias, imposiciones absurdas/caprichosas o provocaciones de los uniformados y bien pagados monopolizadores de la “única violencia legítima”. No basta con hacer un ejercicio de paciencia intelectual cuando te comentan eso de la presunción de veracidad de unos (los y las de siempre) sobre el resto (debe ser eso de iguales sí, pero dentro de un orden). No basta con tener la absoluta certeza de que, al poco tiempo, puedes recibir una notificación de apertura de expediente gubernativo, inicio de proceso de instrucción penal o carta de despido.

No basta con todo ello. Al menos a algunas personas no les basta para reblar, “moderar” actitudes y, en suma, claudicar. Más bien al contrario, parece ser que estamos llegando al punto de inflexión en el que, quizás, comienza a hacerse realidad eso de que “el miedo cambia de bando”. Y que cada vez hay más brazos para levantar las banderas, tantas veces abatidas y tantas veces vueltas a izar, del derecho a la felicidad (en la vertiente que cada cual desee entender).

Pero el gestor del miedo y del estado social de penuria en el que nos encontramos persiste (tampoco se le puede exigir mucho más, me temo, a la vista de la insensibilidad social de la que alardea) en una estrategia de represión y amordazamiento del sector más crítico y combativo. Parece no entender que cuando la venda cae y te permite ver la realidad, no hay mordaza capaz de impedirte gritar y denunciar. Desde el ordenador (que importa menos, pero también) o desde la calle en los formatos más firmes y contundentes; que eso sí que les molesta.

Hace escasas fechas se realizó en la madrileña plaza de Callao una concentración para denunciar la represión antisindical y el intento de bloquear, de facto, el derecho a huelga. Varios centenares de sindicalistas están, o han sido recientemente, imputados por delitos (síntoma de auténtica ceguera partidista) sin pruebas, sin testimonios creíbles …

En breves fechas, será el 9 de Julio, en nuestra ciudad se realizará una concentración con idéntico fin. Porque también en nuestra ciudad tenemos ejemplos de ello; desde el delegado repetidamente enjuiciado por faltar al honor de los reyezuelos de la Osca profunda hasta el imputado por atentar  “por poderes” contra la consejera de educación disparando (con una cámara fotográfica) y documentando una concentración contra la política educativa de la susodicha, pasando por los trabajadores de un conocido establecimiento hostelero fulminantemente despedidos por constituir una sección sindical. Sí, también conocemos en esta ciudad el concepto de represaliado sindical.

Vivimos momentos especialmente delicados en el mundo laboral. A las cada vez mayores ofensivas, jurídicas y penales, se ha unido una estudiada campaña de descrédito de todo aquello que tenga un aire sindical. La razón no puede ser más clara: el sindicalismo de clase constituye la línea roja, el último baluarte de defensa que nos separa del salvajismo de los neoesclavistas.
Para ello todo vale. La metodología empleada aúna una mezcolanza infecta de verdades a medias, afirmaciones rayanas en la calumnia más vil y demagogia, así como  la utilización  de una clá en los ranciosmedios afines que provoca vergüenza por lo obvio.  

Entretanto, y merced a esas prácticas, algo más de trescientos hombres y mujeres, gentes que vencen su miedo día a día, aguantan la tortura sicológica de estar señalados para un castigo futuro más o menos próximo. Multas o, ¡increíble!, cárcel por participar en jornadas de huelga y ejercer un derecho reconocido en esta prostituida constitución del 78, pasaporte a la impunidad para los reconocidos autores y mantenedores de la dictadura, y nueva cadena que subyuga a las clases populares a un estado de obediencia sumisa impensable en gentes libres.

Porque la realidad es terca; terca y, además, incontestable. Nos han precarizado, nos han empobrecido, nos han engañado, han hipotecado el futuro de los que nos siguen, nos han excluido, nos han acercado peligrosamente a puntos de no retorno…

Y trescientos hombres y mujeres se han enfrentado. Trescientos sindicalistas que no deben ser abandonados ni provocar nuestra indiferencia. Entre otras razones porque su causa es la nuestra, sus sufrimientos acompañan los nuestros y, sobre todo, porque son  de los nuestros. Con los matices que se quiera, pero de los nuestros.

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